viernes, 5 de febrero de 2010

Angelina o El honor de un brigadier, en el Gayarre



La Fundación Municipal Teatro Gayarre ha programado para hoy, viernes 5, y el sábado 6 de febrero (8 tarde) la obra teatral ANGELINA O EL HONOR DE UN BRIGADIER, una parodia de los dramas de honor del teatro decimonónico y el donjuanismo en la que Enrique Jardiel Poncela (1901-1952), un autor considerado como el renovador del humor del siglo XX, vuelve a plantear su descreimiento ante el amor y su crítica al mundo de las apariencias en el que se envolvía buena parte de la sociedad.

La obra, protagonizada por los actores Chete Lera y Soledad Mallol, está dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente, el que fuera director del Centro Dramático Nacional durante ocho años

Jardiel Poncela, con su gusto por lo inverosímil y la ironía, trae humor nuevo para revisar los mitos, las grandes palabras o el sentido del honor que durante siglos fueron la tónica dominante del teatro español. Una obra repleta de enredos y que pretendió también ser en su día una parodia del teatro de finales del XIX.

La acción transcurre en el Madrid de 1880, teniendo como protagonistas a Marcial, oficial de brigada; a su esposa Marcela, que le engaña con un canalla llamado Germán; y a la hija de ambos, Angelina, la cual se ha prometido con Rodolfo pero es seducida al mismo tiempo por Germán, con quien huye.

Juan Carlos Pérez de la Fuente se ha embarcado en una de sus apuestas más personales. El que fuera director del Centro Dramático Nacional durante ocho años ha sabido entender que un gran montaje puede surgir de la más alegre y lúdica de las perspectivas. Su mirada es inteligente: primero por saber escoger y recuperar (la última versión de esta obra la firmó Pérez Puig en 1978). Segundo por entender que Jardiel, como Mihura o Muñoz Seca, tiene un público en el siglo XXI y que su humor, fresco y vigente, sólo necesita de una lectura acorde a los tiempos..

Esta Angelina... estrenada en los Teatros del Canal de Madrid, se convierte en un vehículo moderno vestido de época por el que nos llega una fina farsa que retrató la España que caminaba hacia el desastre del 98 y se burló con ternura de los estertores del romanticismo y de mitos tan españoles como el de Don Juan. Jardiel deshaucia al drama de honor a través de un festín de versos bufos que, sin ser teatro del absurdo, lo presagia. Toda parodia engrandece a su modelo al convertirse a su vez en homenaje.

Y algo así ocurre con el folletín grandilocuente, periclitado a través de esta historia de duelos por honor y cuernos, los que sufre el brigadier del título. Un genial disparate por el que circulan damas inconstantes, casanovas cobardes y prometidos plomizos. El director logra que la comicidad no se imponga a la elegancia –exquisitos los figurines de Artiñano, y la idea de recuperar la escuela de los telones pintados– y que el reparto componga un hilarante y compacto lienzo decimonónico.

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