martes, 10 de marzo de 2009

El viernes 20 de marzo ASSITEJ celebra el Día Mundial del Teatro para Niños y Jóvenes, con Roberto Frabetti

El viernes 20 de marzo ASSITEJ celebra desde el pasado 2001 el Día Mundial del Teatro para Niños y Jóvenes. El propósito principal de esta celebración es atraer la atención de un público más amplio.
En esta ocasión el encargado de redactar el mensaje ha sido el italiano Roberto Frabetti, director, actor y director artístico del Testoni Ragazzi - La Baracca. El Teatro centra su programación en los niños y los jóvenes, siendo un referente internacional en este campo de acción. En Testoni Ragazzi se llevan también a cabo workshops y actividades de investigación, dedicados tanto a niños y niñas, como a adolescentes, jóvenes y adultos, profesores y educadores.
Frabetti ha escrito unas 40 obras para niños y niñas de diferentes edades y se han representado tanto en Italia como fuera, y sus textos han sido traducidos a idiomas como al castellano, alemán, francés, austriaco, suizo o alemán entre otros. Desde 1987 ha tomado parte y coordinado la investigación “Il teatro e il nico” con la cooperación de pedagogos y profesores de Bolonia y de artistas de La Bracca. El estudio comenzó con el análisis de un espectáculo pensado para niños de entre 1 y 3 años. Desde 1987 y el 2008 han sido creadas 25 obras para niños y niñas en esa franja de edad.

MENSAJE:

Los niños tienen su propio espacio y tiempo.
No siempre es el mismo espacio y el mismo tiempo que el de los adultos.
Los adolescentes tienen otro espacio y otro tiempo.
Y el espacio y tiempo de los niños pequeños es también otro.
El espacio y el tiempo definen una dimensión.
El espacio y el tiempo están en la base del ritmo.
Y el ritmo está en la base del teatro, así como de la vida.
En la base de la comunicación, con nosotros mismos y con los otros.
Hacer teatro para niños y niñas –de cualquier edad–, o hacer teatro para adolescentes y gente joven, significa entrar en nuevos espacios y tiempos.
Significa experimentar nuevos ritmos para encontrar un ritmo compartido.
Buscar un ritmo significa buscar un territorio neutral.
No una tierra de nadie flotando en medio de un conflicto.
Sino una tierra que no pertenece a nadie, y aún está libre de conflictos, una tierra libre.
Donde nada ha de ser defendido, pero donde es posible al fin compartir algo.
Un trozo de sabiduría, una pregunta, una duda e incluso una emoción.
Es habitual decir que la gran ilusión del hombre es compartir con otros sus emociones.
Llegar a un estado de fusión, a una empática comunión.
También se dice que esto es imposible de conseguir en la vida real, excepto cuando un amor comienza. Tal vez podamos ser compasivos, vivir una emoción cerca de alguien, sentir emociones al mismo tiempo. Que, en cualquier caso, son emociones diferentes.
Puedo alegrarme de que estés contento, pero no estoy feliz, me alegro.
Simpatizo contigo mientras vives una emoción intensa.
Puedo sentir pena por tu tristeza. Pero lo que siento no es tristeza; es algo diferente, algo más liviano.
Tal vez podamos compartir una intensa emoción colectiva, al igual que la que nos une al apoyar a un equipo deportivo, pero es difícil compartir una emoción profunda y personal.
Me gusta pensar que el inalcanzable deseo del estado de fusión es una de las razones que ha llevado a la humanidad a necesitar hacer y vivir el arte.
En particular, un tipo de arte “vivo”: el arte que necesita la presencia de actores y espectadores al mismo tiempo.
Como en música, danza y teatro.
En la ficción del teatro puede ser posible compartir emociones profundas, y por ello reales.
Si vemos Romeo y Julieta juntos, juntos podemos esperar la salida del sol, sabiendo que ya ha amanecido.
Siendo Julieta quien detiene, no queriendo; o siendo Romeo quien se queda, sabiendo lo que va a pasar.
Si todas las alquimias funcionan y si hay veracidad.
La confianza es básica.
Me refiero a la confianza de aquellos que se dan cuenta de que viven en una tierra “libre”.
Que ni es mía ni tuya. Es una tierra de tránsito y de encuentro.
Es la veracidad de un tipo de teatro que no ensalza a los actores y artistas, sino uno en el que los actores y artistas viven intensamente lo que hacen y la oportunidad que la vida les ofreció: poder adentrarse en territorios libres, donde es posible lograr la fusión.
Haciendo teatro para niños y niñas y jóvenes, cualquiera que sea su edad, la tierra libre está a menudo a la vista. Porque “ellos” tienen su propio espacio y tiempo. No podemos incluirlos en nuestra dimensión, deberíamos tratar de buscar un nuevo ritmo.
El ritmo del encuentro. El ritmo creado del intento y de llegar a conocer a los demás, siendo únicos, siendo diferentes.
Esta es una de las más importantes características del teatro para niños y niñas.
El cual no es un tipo de teatro “menor”, sino el lugar de una búsqueda humana y profunda.
Porque los niños y niñas tienen derecho a interactuar con adultos que les respeten como personas.
El arte y el teatro pueden representar una tierra donde los encuentros sean posibles, donde otros espacios y tiempos se pueden entrelazar, llenos de sorpresas, permitiéndonos tocar las cuerdas de nuestra sensibilidad más profunda.

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