jueves, 27 de enero de 2011

Así nos luce el pelo: El catón de Antonio Muñoz Molina para alguien que escribe

Babelia publicó el sábado su número 1.000. Entre los textos, una joya más de las que acostumbra Antonio Muñoz Molina. Da 20 consideraciones para alguien que escribe. Ninguna tiene desperdicio. He seleccionado algunas. El texto completo, en El País.

- La ficción no tiene por qué ser la forma superior de la literatura narrativa. Quizás una novela sólo deba escribirse cuando no queda más remedio: cuando lo que hace falta decir sólo puede ser dicho inventando.

- Muchas de las mejores páginas de literatura que he leído en este tiempo pertenecen a libros de historia, a memorias, a biografías, a textos de divulgación científica, a artículos o reportajes de periódico.

- Salman Rushdie en Granada, en 1995: mientras escribe una novela un escritor de prosa debe leer mucha poesía, para aprender de su disciplina verbal y no dejarse llevar por la autoindulgencia palabrera. En la poesía se aprende precisión.

- Desconfiad del estilo, que cuando no es sino el sonido singular de la propia voz puede convertirse en una colección de muletillas, automatismos y parodias de lo que uno mismo ya ha escrito.

- Uno debe desconfiar de sus facultades, reales o presuntas, y sacar todo el provecho que pueda de sus limitaciones.

- En la música o en la pintura -y en la fotografía, y en el dibujo- se contienen lecciones fundamentales para mi oficio de escribir.

- Las tareas prácticas ayudan a que se dispare la imaginación y a que las ideas, las imágenes, las conexiones, las palabras, surjan más velozmente. Gracias a una buena caminata o a las pequeñas tareas necesarias para cocinar un arroz he inventado personajes o situaciones o giros argumentales que de otra manera no habrían surgido.

- Una parte muy grande del trabajo de escribir un libro se ha ido haciendo sin que uno se diera cuenta mucho antes de que comience la escritura. Es la cristalización de experiencias, lecturas, imágenes, recuerdos, deseos, que de pronto se hacen visibles y se vinculan entre sí como en un mapa de conexiones neuronales.

- Ninguna vivencia, ninguna historia, es en sí misma tan particular o tan local que no pueda hacerse universalmente inteligible; y también que nada hay tan provinciano como ciertas formas enfáticas de cosmopolitismo.

- De todos los personajes que inventa un novelista el menos sólido, el menos verdadero, el más convencional, suele ser el personaje público en el que se convierte a sí mismo.

- Hay que convivir con la sospecha de que los juicios negativos pueden ser menos infundados que algunos elogios.

- Nada más terminado un libro ya empieza a convertirse en un remordimiento que unas veces se cura con el tiempo y otras no, y para el que solo existe el antídoto de empezar otro libro en el que será posible no cometer los mismos errores: si hay suerte, se cometerán errores distintos.

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