martes, 31 de mayo de 2011

Crítica de "Bajocero", de Producciones Rata, dirigida por Mercedes Castaño, estrenada en el Festival Teatro Gayarre

Bajocero. Compañía: Producciones Rata. Dirección: Mercedes Castaño. Intérpretes: Iratxe García Úriz, Txori García Úriz, Naiara Carmona, Juan San Segundo. Músicos: Ander Percaz y Almudena Ibáñez. Compositor y técnico: Paco Iglesias. Lugar y fecha: Teatro Gayarre, 25/5/11.

A conciencia

A pesar de la idea de descenso que sugiere su título, Bajocero me parece un espectáculo que trata de apuntar alto. A lo largo de hora y cuarto, la función dirigida por Mercedes Castaño ofrece un fresco casi omnicomprensivo del amplísimo catálogo de la miseria y la crueldad humanas. Abrimos boca con la violencia machista, seguimos con la indigencia y las drogas, saltamos al tráfico de mujeres, a la idolatría por la estética, al consumismo desaforado, a la narcotización publicitaria que insensibiliza contra la violencia omnipresente, a la tragedia de los oprimidos, a... En fin, que la compañía ha indagado a conciencia para no dejarse prácticamente ninguna herida en la que echar sal. Parecida exhaustividad ha guiado su apuesta formal, que amalgama técnicas diversas de expresión corporal, teatro visual o de texto, sin olvidarse tampoco del papel unificador de la música, que marca en ocasiones un contrapunto cordial a la dureza de los temas expuestos. Y lo mismo sucede con el tono, que puede ser alternativamente trágico, cómico, paródico o surrealista.

Me consta que Bajocero es una función preparada también a conciencia, con tiempo y con implicación de sus participantes, actores conocidos de la escena local que han demostrado en trabajos precedentes una excelente valía profesional. Bajocero se ha construido como trabajo colectivo a través de sus improvisaciones, en un afán por penetrar en la esencia de la opresión y la marginalidad. La intención confesa del espectáculo es la de "arañar el corazón del espectador" y "sensibilizarlo" ante las situaciones mostradas.

Bajocero pone pues bajo asedio la conciencia del espectador cercándola de imágenes de miseria, en un intento de tomarla al asalto mediante la acumulación de fuerzas. Sucede, no obstante, que nuestras conciencias están ya fuertemente amuralladas por la autodefensa constante frente a lo que vemos a diario en los medios. Para rendir esta plaza hace falta una estrategia más elaborada.

Mi impresión es que a Bajocero le sucede lo que dice el refrán que le pasa al que mucho abarca. Cualquiera de las situaciones esbozadas podría haber sido buena para tratar de profundizar y montar una obra de teatro a partir de ella. Del modo en que se presentan, se quedan en meros esquemas, estereotipos teatrales a los que cuesta aceptar como instantáneas de la realidad. Hay quien lo considera un artificio obsoleto, pero acordarse del viejo truco de que viene bien contar algo, además de recrearse en la forma, sigue siendo una estrategia plausible.

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