martes, 29 de noviembre de 2011

Crítica de "Drácula", en el Teatro Gayarre de Pamplona

Drácula. Dirección: Eduardo Bazo, Jorge de Juan. Intérpretes: Emilio Gutiérrez Caba, Amparo Climent, Ramón Langa, María Ruiz, César Sánchez, Martín Rivas, María Ruiz, Mario Zorrilla. Lugar y fecha: Teatro Gayarre, 18 y 19/11/11.

Susto o no muerte

CONFIESO que hay obras de teatro que me han producido miedo. Pero suele ser antes de verlas. Luego ya, cuando uno está en la sala y se enfrenta al oscuro objeto de ese temor, el sentimiento suele ser otro; negativo, pero otro. De Pascuas a Ramos ha podido ser positivo, cuando uno se da cuenta de que sus prejuicios no eran justos, aunque suelen ser las menos de las veces. En fin, a lo que íbamos: el miedo en el teatro. Difícil. La tensión, la intriga, el suspense… eso sí. Pero miedo, lo que se dice miedo, pues es complicadillo. Jorge de Juan en la dirección y Emilio Gutiérrez Caba en la interpretación lo intentaron hace unos años en La mujer de negro, obra de la que, algo emborronado por el tiempo, guardo un buen recuerdo, como un texto bien construido y ejecutado de manera imaginativa. Aunque se vendía como un espectáculo terrorífico, sigo pensando que conseguir eso en teatro es muy difícil. En cine, tal vez cuente uno con más armas.

Bueno, sea como sea, el caso es que el equipo de La mujer de negro obtuvo un éxito notable y esto les ha animado a seguir en la senda del terror. Del relato gótico, por lo que tiene este de clásico dentro del género. En concreto, se han decidido por su obra cumbre: Drácula, de Bram Stoker; una novela que recomendaría leer (o, si no se tiene tiempo o ganas, al menos ver la versión cinematográfica de Coppola), porque supera las convenciones más superficiales de ese tipo de relatos al enfrentarnos con una auténtica reflexión sobre nuestra propia perversidad.

Habrá que decir que, en esta versión, esas sutilezas se han dejado de lado para tirarse a la yugular del entretenimiento. Eso no está mal. De hecho, suele ser mejor entretenimiento sin reflexión que viceversa. Drácula lo admite sin problemas, porque es una buena historia. Tiene un problemilla, que es el de ser archiconocida, lo que dificulta bastante la posibilidad de provocar alguna clase de suspense. Como bien me apuntaba alguien a la salida del espectáculo: ¿qué clase de intriga se puede provocar si el público sabe de la trama más que los personajes? Certísimo. Tratar de hacer lo imposible provoca escepticismo, algo que se hizo patente entre el patio de butacas en algún momento. Esto es muy peligroso. Como también lo es que las escenas basadas en cierto uso de la fuerza resulten tan teatrales en el mal sentido, tan forzadas, que terminen provocando la risa. Estoy pensando prácticamente en cada aparición del personaje de Renfield, y también en la escena en la que se acorrala finalmente al vampiro, bastante confusa y torpemente amañada.

Para reconducir el asunto, este Drácula intenta provocar el escalofrío a través del sobresalto artificioso. Con el grito amplificado, principalmente. Esto, además de conducir al respetable a la hipoacusia, son recursos faciloncillos, francamente. Algo más de interés me parece que tiene echar mano del ilusionismo para provocar la sorpresa en algunas escenas, pero queda como un intento aislado de revitalizar un espectáculo que, como su protagonista, tiene el alma de los no muertos. Sí me gustaron razonablemente los intérpretes, especialmente un Emilio Gutiérrez Caba capaz de defender a fuerza de experiencia cualquier propuesta, incluso cuando le obligan a ejecutar en escena actitudes bastante forzadas.

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