martes, 22 de marzo de 2011

Crítica de la producción de Pentación "Amar en tiempos revueltos" ("El diablo bajo la cama")

AMAR EN TIEMPOS REVUELTOS. Autores: Josep María Benet i Jornet, Antonio Onetti y Rodolf Sirera. Dramaturgia y dirección: Antonio Onetti. Intérpretes: Cayetana Guillén Cuervo, Antonio Valero, Ricard Borrás, Verónika Moral, Jaime García, Sebastián Haro, Jaime Menéndez, Lara Grube. Lugar y fecha: Baluarte, 18/03/11. Público: Dos tercios del aforo.

Homenaje al cliché

cONFIESO no haber visto ningún capítulo de Amar en tiempos revueltos, la telenovela ambientada en la posguerra española que emite la primera cadena del ente público y de la que nos llega ahora una adaptación teatral. No la he visto, pero creo que no es necesario. Sospecho que esta versión debe ser totalmente fiel al producto original. Y lo sospecho porque esta obra de teatro parece, efectivamente, una telenovela. Una telenovela hecha por gentes del teatro: Josep María Benet i Jornet, Antonio Onetti y Rodolf Sirera. Los autores de los guiones televisivos de la serie son gentes con una biografía dramática extensa. Con esta paternidad, el salto de la televisión a las tablas, aunque no suele ser un recorrido demasiado habitual, parece en este caso una trayectoria natural y casi hasta obligada.

Benet, Onetti y compañía recibieron el encargo de elaborar una telenovela y lo han hecho empleando todos los lugares comunes del género: la hija secreta, el crimen oculto en el pasado, el amor imposible, etcétera. Una amalgama de clichés conjuntados con bastante eficacia a mayor gloria de este revival del melodrama. Funcionan bien porque sus autores son unos artesanos con oficio, aunque en alguna ocasión se les vaya la mano y se les cuele en los diálogos alguna frase tan de cliché como la propia trama. Y si alguno de los sucesos no cuela ni exprimiendo la credulidad (verbigracia, la revelación del parentesco inesperado entre la diva Estela del Val y su competidora dentro de la compañía) lo pasamos por alto por ser conscientes de que entra dentro de las convenciones de un género del que esta obra más que una muestra pretende ser un homenaje. Todo se subordina a este fin, incluida la personalidad de unos personajes unidimensionales, pero que cumplen perfectamente la misión para la que han sido colocados en cada lugar del argumento. Encarnados, además, muy bien por un reparto que demuestra una eficacia de la misma categoría que la que hemos ponderado en los autores. Tal vez con la sola excepción de una Cayetana Guillén Cuervo, inclinada a menudo hacia la artificiosidad de un tono excesivamente monocorde.

El propio Onetti firma la dirección de la obra y lo hace también con el mismo oficio que venimos señalando a lo largo de todo el comentario. Introduce aquí y allá detalles de excelente gusto teatral, amén de conducir la obra con ritmo y de manejar muy acertadamente las constantes transiciones, para las que ayuda una escenografía sencilla, versátil y elegante. No es la clase de obras que apasionen al firmante de estas líneas, pero hay que reconocerle su notable factura.

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