Ignacio Pérez Cabañas, que ha sido los últimos cuatro años concejal de Cultura del Ayuntamiento de Pamplona, ha hecho un favor a su partido, el CDN, y ha dejado de militar en él, según se puede leer hoy en la prensa local. Responsable de una gestión entre penosa y anodina, pasará a la historia por haber intentado colar su rostro a uno de los corredores que aparecen en la estatua del encierro, la manifestación popular y anónima más significativa de los Sanfermines. Equivalente a ponerse la jeta en el monumento al soldado desconocido, para que nos entendamos. Entre escandaloso, ridículo e intolerable. Semejante desfachatez demuestra la catadura del personaje y, curiosamente, semejante desbarre no le hizo dimitir en su día, cuando estalló el escándalo. Se agarró al sillón. Después, en la inauguración del monumento, todavía se permitía bromas, el elemento.
Otra de las actuaciones que han dado fama a este individuo ha sido la de abandonar su butaca en Baluarte al concluir los espectáculos y conciertos cuando todavía están los artistas recibiendo los aplausos. Con esta actitud, impropia de un concejal de Cultura, daba ejemplo público de mala crianza. La última legislatura ha estado marcada por la ramplonería y falta de imaginación de las programaciones de la concejalía de Cultura. Los técnicos, más que irse, han terminado por huir del departamento. Otros cuatro años perdidos en Pamplona, y van...
Entre la gente de la cultura pamplonesa, y también entre los políticos con algo de sentido común, que los hay, se tiene claro que la ciudad no ha tenido suerte con sus concejales de Cultura en la democracia, con la única excepción del periodo 1995-1999, cuando estuvo dirigida la concejalía por Joaquín Pascal, un hombre que tenía ideas, criterios y capacidad de acción. Todavía vivimos de sus rentas (recuperación del Gayarre, compras de arte contemporáneo, muestra Teatro de Aquí...)
El principal mérito de Pérez Cabañas, todo hay que decirlo, ha sido hacer incluso bueno al anterior responsable del Departamento, que pasó por ser una completa nulidad.
Eso sí, ha terminado con un rasgo de humor. Dice que los candidatos actuales de su ex partido están aprovechando sus méritos en campaña. Pobres. La de requiebros que tienen que hacer cuando les preguntan por la dichosa estatua.
El domingo hay elecciones. No sé quién gobernará la ciudad. Tampoco he encontrado en ninguna de las listas de candidatos, en ningún partido, en puestos de salida, a ninguna personalidad relevante de la cultura local, que tenga conocimientos profesionales de gestión cultural y se le conozca por sus iniciativas o su buen gusto o criterio. Esperemos que quienes nos gobiernen no vuelvan a colocar, como en los últimos 30 años (con la excepción ya señalada) o a floreros o a incompetentes integrales. No es mucho pedir, aunque parece que sí.
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