domingo, 23 de septiembre de 2007

CRÍTICA: "Móvil", de Sergi Belbel, dirigida por Miguel Narros

Sábado en el Auditorio de Barañáin. A pesar de la "sequía" teatral del fin de semana pamplonés (sin programación a la vista en Gayarre ni Baluarte), apenas un tercio de la sala ocupada, atraída por la cabeza de cartel, María Barranco. La obra es un cúmulo de buenas ideas e intenciones que no termina de cuajar y deja más bien fríos a los espectadores. La culpa es fundamentalmente del texto. La propuesta es interesante y diferente a la anunciada: dicen que los humanos cada vez hablamos más, pero nos comunicamos menos y a eso ayudan las nuevas tecnologías. Pero no. Según el texto de Belbel, los teléfonos móviles son la mediación perfecta para atrevernos a decir lo que no podemos mirando a los ojos. El juego medianamente humorístico de la obra es que cuando de verdad cantamos las verdades del barquero a pecho descubierto las escucha un extraño. Lo que crea un juego sugerente de relaciones.
El problema de Móvil es que el autor no tiene claro si su obra es comedia o drama y eso lastra la dirección e interpretación; además, habla de un atentado terrorista en un aeropuerto como golpe de efecto pero no lo desarrolla ni aporta nada a la trama y, lo peor de todo, escribe situaciones y reacciones francamente inverosímiles para los personajes, lo que obliga a los cuatro actores a estar todo el rato un punto exagerados y gritones, para intentar hacer creíble desde las vísceras lo que leído suena acartonado. Además, empiezan todos "en alto", chillones, nerviosos, enfadados, histéricos. Son cuatro personas en crisis: madre abandonada y depresiva que ha intentado suicidarse se despide de hija para hacer un viaje de placer que no va a disfrutar; hija a la que el novio acaba de abandonar y tiene un complejo de Electra que no se lo pesa; ejecutiva agresiva excéntrica, dominante y zafia que dialoga con su amante, un joven gigoló (que no es tal, veremos luego: ella es viuda y él su hijo insatisfecho y dominable). El chaval también acaba de dejarlo con su novia. O sea, emipiezan todos a cien y la tensión no puede crecer durante los 110 minutos (veinte de ellos eternos) que dura la función. A los cuatro actores, todo hay que decirlo, se les notaron cualidades evidentes, pero sufren en la camisa de fuerza que suponen sus respectivos papeles.
La escenografía es "muy D'Odorico", muy Narros. Espacio limpio, elevado, doble calle al foro creada con paneles móviles y cuidada iluminación, que estropearon los técnicos de la función durante sus primeros veinte minutos. Estos también fueron culpables de los problemas de sonido. Casi toda la obra está presidida por ruidos de fondo (aeropuerto, sala de espera, calle, sirenas, tráfico, hall de hotel, músicas) que sonaron muy elevados, dificultando la escucha de los personajes incluso en la fila diez.

No hay comentarios: