domingo, 18 de julio de 2010

Así nos luce el pelo: El único premio honorable a un escritor

"Siguiendo en los periódicos, en la radio y la televisión, las diversas pompas fúnebres suscitadas por la muerte de José Saramago, he tenido una vez más la sensación de alarma y de lejanía que me provocan estas ceremonias. Se muere un escritor y se desmesura todo. Se desata la maquinaria mediática y política de las pompas fúnebres y la riada de los elogios incondicionales, en los que el difunto adquiere dimensiones mesiánicas. El hecho doloroso y privado de la muerte pasa a convertirse en un duelo público exagerado por la intromisión de cargos políticos que se apresuran a hacer acto de presencia con sus coches oficiales y sus aparatosos protocolos, y que en los últimos tiempos hasta han adquirido la costumbre de firmar artículos obviamente improvisados por sus redactores de discursos. La evaluación sobria del trabajo y la vida de quien acaba de morir desaparecen bajo un fragor de superlativos gasosos. El escritor deja de ser una persona para agigantarse como la encarnación de todo aquello que a los periodistas o a los políticos que contribuyen a su pompa póstuma les parece oportuno: la patria, el continente, el idioma entero, la condición humana, la emancipación de los pueblos.
(...)
La literatura pertenece al reino de lo más privado, y las multitudes siempre son invisibles en ella, porque las componen lectores que raramente se encontrarán entre sí, aislados en el espacio y a lo largo del tiempo. Nuestra muerte es algo tan privado como nuestra vida verdadera. En el duelo que sientan por un escritor sus personas más queridas no tienen por qué entrometerse cargos políticos adictos al parasitismo del resplandor ajeno ni jefes de protocolos ni maestros de ceremonias. Lo que tienen que hacer los poderes públicos por la literatura no es repartir premios y medallas sin ton ni son y sin otra finalidad que dar lujosas recepciones con muchos canapés y salir en el periódico, sino fundar buenas escuelas y buenas bibliotecas gracias a las cuales se extienda el reino igualitario del conocimiento, y por lo tanto de los libros. El único premio oficial plenamente honorable que puede recibir un escritor, vivo o muerto, es que le pongan su nombre a una escuela o a una biblioteca".

Penúltimas voluntades, artículo de Antonio Muñoz Molina, Babelia El País, 3-7-2010

1 comentario:

Thabitha dijo...

"Lo que tienen que hacer los poderes públicos por la literatura no es repartir premios y medallas sin ton ni son y sin otra finalidad que dar lujosas recepciones con muchos canapés y salir en el periódico, sino fundar buenas escuelas y buenas bibliotecas gracias a las cuales se extienda el reino igualitario del conocimiento, y por lo tanto de los libros."

Tal cual, totalmente de acuerdo.