domingo, 25 de septiembre de 2011

Crítica de la producción de La Nave "Clitemnestra o el crimen", de Marguerite Yourcenar, dirigida por Ricardo Romanos

Autora: Marguerite Yourcenar. Compañía: La Nave Teapro. Versión y dirección: Ricardo Romanos. Intérpretes: Marta Juániz. Lugar y fecha: Casa de Cultura de Zizur Mayor, 23 y 24/09/11.

Crímenes eternos

ESTA dramatización de Clitemnestra o el crimen, un breve relato de Marguerite Yourcenar, comienza con una sucesión de crudas imágenes en blanco y negro de distintas guerras. De distintas guerras que, en realidad, son siempre la misma: la guerra. La que se viene librando, con armisticios más o menos breves, ¿desde la guerra de Troya? Pudiera ser: Troya es, me parece, la primera guerra histórica. Histórica en el sentido de ser el primer enfrentamiento humano que tiene una denominación, un escenario y unos protagonistas con nombre, sin entrar a valorar la medida en que esos datos se ajustan a la realidad de lo acontecido. Troya: chispa de un incendio que todavía no se ha extinguido.

Después de este prólogo visual, uno asiste a la primera intervención de la actriz con el corazón encogido. Y la versión dirigida por Ricardo Romanos se afana por mantenernos en ese estado. Durante ¿cinco? ¿diez minutos? asistimos al lento y cuidadoso vestirse de Clitemnestra antes de que de sus labios salga una sola palabra. No sé exactamente cuánto tiempo transcurre, pero es un período de silencio más largo de lo que podría considerarse prudente en teatro. Sin embargo, no me dio la sensación de que sobrase, de que debiera terminarse antes. Porque son minutos cargados de sentido y de sentimiento.

Narrativamente, se nos anuncia que algo está a punto de pasar, al tiempo que se estira el suspense al máximo, anudando nuestra curiosidad cada vez con más fuerza. Para Clitemnestra, es el tiempo que necesita para transformarse desde la débil criatura que aguarda con temor el momento de la verdad hasta la orgullosa reina dispuesta a desafiar al jurado que va a condenarla. El texto de Yourcenar coloca a la soberana de Micenas directamente ante los jueces.

Esta producción de La Nave Teapro (sic) ha preferido situarla en su celda, minutos antes de que tenga lugar la comparecencia. Una decisión que nos permite ver esas dos caras de la misma Clitemnestra. Así, todo su discurso se presenta como una preparación para el que está a punto de tener lugar. En cierto modo, representación dentro de la representación.

Un carácter teatral que, en cierta manera, está presente en la forma en la que se nos presenta el texto. Marta Juániz, una actriz extraordinaria, lo dice casi silabeándolo, marcando cada palabra, dándole un aire solemne que sujeta la atención del espectador. El estilo escogido para la interpretación se escapa de los límites del naturalismo, no solo en la palabra, sino también en el movimiento, con reminiscencias a veces de un cierto estilo clásico de interpretar, o también de un cierto aire ceremonial, especialmente en ese modo en que Juániz acompaña sus palabras con un gesto de sus brazos. No es un momento, es una constante a lo largo de la obra.

Caracteriza a Clitemnestra como una especie de sacerdotisa o de danzante que ejecuta (y nunca mejor dicho) un baile ritual, como un viento del Mediterráneo ancestral. Más allá de algún subrayado tal vez evitable, la interpretación es coherente con el personaje, con el estilo literario del texto y tal vez también con su fondo: si todas las guerras son siempre la guerra, todos los crímenes son siempre el crimen. Como un rito repetido desde siempre, el de Clitemnestra no es sino un eslabón más en la cadena. No se pide perdón por él: solo se narra como algo inevitable y se padecen sus consecuencias. Así parece decirlo Yourcenar cuando su personaje cuenta al final como su marido muerto ha vuelto, y cómo volverá de nuevo a lo largo de una eternidad de sombras. También parece recordarlo la actriz, cuando repite en el saludo final los mismos movimientos con los que inició la representación.

No hay comentarios: