La opereta más conocida de Pablo Sorozábal, Katiuska, producción del Teatro Gayarre estrenada hace cinco años, se repone este fin de semana en Pamplona, desde donde viajará al Auditorio Kursaal de San Sebastián.. Dirige la Sinfónica de Navarra-Pablo Sarasate y el Coro Lírico de Navarra Luis Remartínez. Dirección escénica de la reposición: Carol Verano. La escenografía e iluminación es obra de Tomás Muñoz y el vestuario de Gabriela Salaverri.
ARGUMENTO: Narra la historia romántica de una chica rusa que es capaz de renunciar a una vida acomodada por amor, en medio de una guerra civil.
INTÉRPRETES: Sabina Puértolas, Federico Gallar, Jon Plazaola, Mar Abascal, Juan Manuel Cifuentes, Alfonso Echeverría, Aurora Moneo, José Mari Asín, Ricardo Romanos, Jesús Idoate, Pilartxo Munárriz y Pablo Sánchez.
ARGUMENTO: Narra la historia romántica de una chica rusa que es capaz de renunciar a una vida acomodada por amor, en medio de una guerra civil.
INTÉRPRETES: Sabina Puértolas, Federico Gallar, Jon Plazaola, Mar Abascal, Juan Manuel Cifuentes, Alfonso Echeverría, Aurora Moneo, José Mari Asín, Ricardo Romanos, Jesús Idoate, Pilartxo Munárriz y Pablo Sánchez.
HORARIO Y PRECIOS: Viernes y sábado, a las 20 horas. Con entradas a 24, 18 y 6 euros.
Se trata de una opereta en dos actos, con texto de Emilio González del Castillo y Manuel Martí Alonso, estrenada en 1931 en Barcelona y más tarde, el 11 de mayo de 1932 en Madrid. Fue la primera zarzuela de Pablo Sorozabal (San Sebastián, 1897-1988) y su primer gran éxito. Con toda seguridad hubiera pasado a la historia del género con obras como Don Manolito o Black, el payaso (esta última se pudo ver el pasado verano en el Teatro Español de Madrid, en producción propia, junto con Adiós a la bohemia, en un montaje de bastante calidad, todo hay que decirlo).
Se trata de una opereta en dos actos, con texto de Emilio González del Castillo y Manuel Martí Alonso, estrenada en 1931 en Barcelona y más tarde, el 11 de mayo de 1932 en Madrid. Fue la primera zarzuela de Pablo Sorozabal (San Sebastián, 1897-1988) y su primer gran éxito. Con toda seguridad hubiera pasado a la historia del género con obras como Don Manolito o Black, el payaso (esta última se pudo ver el pasado verano en el Teatro Español de Madrid, en producción propia, junto con Adiós a la bohemia, en un montaje de bastante calidad, todo hay que decirlo).
El nombre de Sorozábal se mantiene gracias a tres obras de gran importancia: Katiuska, La del manojo de rosas y La tabernera del puerto. Tan seguro estaba él mismo de esto que incluso que en una entrevista cuando le preguntaron si se podía vivir de la música, contestó muy serio: "No, no se puede vivir. Yo he tenido una gran suerte y he podido vivir bien, durante casi toda mi vida, a costa de tres mujeres: Katiuska, La del manojo de rosas y La tabernera del puerto".
Pablo Sorozábal, como casi todos los compositores españoles de aquella época, era muy consciente de que sólo podía vivir del fruto de su trabajo si escribía para el teatro. En España no ha habido nunca una tradición sinfónica como tampoco la ha habido en Italia. Los países latinos son más dados a la escena teatral, y como la aventura de la ópera española, a pesar de sus muchos intentos, no acababa de funcionar se dedicó a escribir zarzuelas o, como en el caso que nos ocupa, operetas.
Así, en Katiuska encontramos una partitura repleta de elementos exóticos y es, a la vez, un producto típico de una época en la que los músicos se veían influenciados por tres grandes corrientes: el dodecafonismo de la segunda escuela de Viena, el verismo italiano y el jazz norteamericano. Normalmente los músicos respondían a uno de esos estilos, si bien algunos autores mezclaron dos o incluso los tres. En este sentido hay que señalar que Sorozábal era ferviente admirador de Puccini, de ahí las influencia veristas de sus partituras, aunque el jazz está presente en la mayoría de las obras del compositor. Sin ir más lejos, en Katiuska hay dos números en el segundo acto que responden a este estilo de música.
Pablo Sorozábal, como casi todos los compositores españoles de aquella época, era muy consciente de que sólo podía vivir del fruto de su trabajo si escribía para el teatro. En España no ha habido nunca una tradición sinfónica como tampoco la ha habido en Italia. Los países latinos son más dados a la escena teatral, y como la aventura de la ópera española, a pesar de sus muchos intentos, no acababa de funcionar se dedicó a escribir zarzuelas o, como en el caso que nos ocupa, operetas.
Así, en Katiuska encontramos una partitura repleta de elementos exóticos y es, a la vez, un producto típico de una época en la que los músicos se veían influenciados por tres grandes corrientes: el dodecafonismo de la segunda escuela de Viena, el verismo italiano y el jazz norteamericano. Normalmente los músicos respondían a uno de esos estilos, si bien algunos autores mezclaron dos o incluso los tres. En este sentido hay que señalar que Sorozábal era ferviente admirador de Puccini, de ahí las influencia veristas de sus partituras, aunque el jazz está presente en la mayoría de las obras del compositor. Sin ir más lejos, en Katiuska hay dos números en el segundo acto que responden a este estilo de música.
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