El director Andrés Lima y los actores Alberto San Juan y Javivi, de la compañía Animalario, cerraron el viernes por la noche las teatrulias del Festival Teatro Gayarre Otras Miradas, otras escenas, que en esta edición se han celebrado en el Café Niza. Tras la obra Marat Sade, que analiza varias formas de entender la revolución, Alberto San Juan aportó la suya: “Tenemos que ser capaces de ponernos en el lugar del otro, porque vivimos encerrados en nosotros y nos da miedo tocarnos y abrazarnos”.
Hay tantas maneras de entender la revolución que puede necesitar la sociedad como personas. Como la que Alberto, un paciente de un psiquiátrico madrileño, le dio a Andrés Lima, director de Marat Sade, obra que este fin de semana ha llegado al Teatro Gayarre de la mano de Animalario y el Centro Dramático Nacional: “Lo de arriba abajo, y lo de abajo arriba”. “Esta idea nos sirvió para entender que la revolución no está asociada solo a lo político, sino que la igualidad y la fraternidad tienen un sentido muy personal”.
Y de la misma forma, hay muchas formas de entender la utopía, aquello que uno desearía que apareciese cuando cerrase los ojos y los volviera a abrir. Como la idea que las reclusas de una cárcel femenina le dieron al director: “Su utopía era que den pizza para comer. La utopía es una palabra muy denostada y ridiculizada, cuando está más cerca de nosotros que lo que nos dicen”.
El psiquiátrico y la cárcel fueron visita obligada durante meses por Andrés Lima y por los actores de la obra, como Alberto San Juan o Miguel Rellán, antes de poner en escena Marat Sade, una obra que al igual que el clásico de Peter Weis, está localizada en un centro mental. Trata de unos locos que escenifican una obra de teatro, que ambientada en la revolución francesa, enfrenta la forma de entender la revolución de Marat, un líder que la busca a través de la violencia, y el aristócrata Sade, conocido por sus ímpetus sexuales y más partidario de una revolución interior.
La visita al psiquiátrico, donde hicieron un taller de teatro, aportó a la obra “una visión más lúcida y más cercana a nosotros de palabras como revolución, esperanza o utopía”. “A los diez minutos te das cuenta que el psiquiátrico no es algo ajeno a ti mismo sino que los locos a veces son un espejo doloroso en el que mirarnos. La idea de revolución que hay en un psiquiátrico o una cárcel te acerca más al significado más personal, de la persona que necesita salir de sí mismo o en el caso de los presos salir de la prisión, de la persona que necesita recobrar la libertad personal”, explica Andrés Lima, que recuerda la experiencia como “un aprendizaje bestial”. “La locura y la cordura son maneras diferentes de expresar las cosas que nos pasan a todos como la soledad o la alegría”.
Para Alberto San Juan, este trabajo previo fue “imprescindible” porque “son personas como nosotros que viven de forma extrema lo que pasa fuera, como la dificultad de entenderse”. En este sentido, apostó por la idea de Sade de “intentar comprender a los demás, en lugar de dividir la sociedad entre buenos y malos, demócratas y no demócratas. Y en lugar de buscar el mal fuera, estar alerta de la capacidad de hacer daño que tenemos todos. Sade propone amar, comprender y conversar juntos”. El actor explicó que aunque “en Occidente se vive con relativa comodidad, nos resulta difícil abrirnos a un desconocido, nos da miedo tocarnos, besarnos. Sería una revolución algo tan simple como mirarnos a los ojos y tocarnos, con el hermano o el desconocido. La obra plantea por qué nos sentimos tan solos, por qué nos resulta tan complicado abrirnos”.
El director asegura que la revolución es un tema actual -“hay muchas revoluciones por llegar, como las del Sur contra el Norte”- si bien introduce referencias a la realidad presente. “En la revolución francesa, Napoleón acabó con el poder establecido, pero ahora ese poder es el capitalismo. Y Sade es un personaje moderno. Muchas revoluciones caen en los errores del poder que eliminan, el terror. Sade habla de una revolución personal, de abordarla desde dentro. La revolución permanente de cada uno es necesaria.”, indicó.
Andrés Lima añadió que “analizando el pensamiento de derechas que tenemos todos, dividimos el mundo en amigos y enemigos. Una de las virtudes del teatro es que te pones en lugar del otro, de los personajes. Cuando sales del teatro no cambia nada pero cambias de posición, aunque sea dentro de tu cerebro”.
Para Javivi, que en la tertulia buscaba continuamente la complicidad del público, una de los mayores aciertos de la obra es que une “el esperpento” con un texto “interesante”, con lo que logra “atraer a los jóvenes, ahora que estamos hartos de decir que la gente joven no va al teatro”. Y además, Marat Sade consigue una gran “interacción” del espectador, porque “el texto nos toca a todos con la misma sensación de removimiento. Sentimos lo que el público trasmite y se lo devolvemos. Y ojalá después de escenificar la obra pudiéramos hacer más tertulias como esta”, añadió.
Una tertulia que, en el Café Niza, reunió a un centenar de personas y sirvió de punto final a la segunda edición de las Teatrulias. Organizadas por el Teatro Gayarre, tienen el objetivo de acercar los actores al público en el marco del Festival Otras miradas, otras escenas, que muestra por donde discurre actualmente la creación.
En esta edición de las teatrulias, que han vuelto a ser coordinadas por el periodista Víctor Iriarte, los espectadores han podido conversar con los directores y el reparto de El chico de la última fila, de Ur Teatro; Construyendo a Verónica, de la compañía Bramante; Import-Export, de Les Ballets C de la B, y Marat Sade, de Animalario y el Centro Dramático Nacional.
Texto: I. Ceniceros
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