domingo, 23 de septiembre de 2007

ASÍ NOS LUCE EL PELO: El nieto Cebolleta

Uno de mis columnistas de prensa preferidos es Pedro Ugarte, a quien seguramente no conocerán. Escribe los sábados una columna en El País, edición del País Vasco, que siempre circula entre la brillantez y la excelencia. Ugarte siempre dice algo interesante, generalmente a contrapelo, y siempre arreando contra una serie de tópicos que se repiten hasta la saciedad en la sociedad de lo políticamente correcto sin que nadie los cuestione. No siempre estoy de acuerdo con lo que suelta, pero desde luego me quito el sombrero ante cómo lo razona. Léanlo. El sábado, el euro que cuesta El País bien lo vale el texto de Pedro Ugarte y la media página de Marcos Ordóñez sobre teatro en Babelia.

La de este sábado se tituló El nieto Cebolleta y arremete contra un lugar común que ya aburre, la de los jóvenes que reclaman y reclaman una vivienda y parece que la sociedad, o sea, todos, estemos obligados a dársela, aunque a nosotros nadie nos la regaló. Dos fragmentos del texto. No creo que lo encuentren completo en Internet:

"El nieto Cebolleta es tan pesado como su célebre abuelo y se dedica a golpearnos en la chepa con una metafórica cachaba: la suya sí que es una vida horripilante y no la nuestra, que al parecer vivimos entre sábanas de holanda. El nieto Cebolleta considera que ha bebido hasta las heces la penalidades de la explotación capitalista, a pesar de haber nacido en una de las sociedades más prósperas de toda la historia de la Humanidad y a pesar de contar desde el nacimiento con innumerables servicios sociales y y oportunidades formativas. Nada sabe del hambre ni de las privaciones físicas, ha tenido una buena educación y una sanidad garantizada, pero con menos de 25 años no sólo no gana más de 1.000 euros al mes, sino que aún no dispone de un dúplex junto a la playa con garaje y trastero. Resuelve que su vida es un infierno. Y los medios de comunicación, sensibles, proporcionan un nutrido ejemplario de estas vidas truncadas, así no hayan cumplido aún los veinte años.
¿Quién tiene la culpa de que los nietos Cebolleta consideren que esta sociedad, con onerosos tipos tributarios que financian toda clase de ayudas, ha sido injusta con ellos y no les ha dado todo lo que merecen? Según el discurso políticamente correcto, la culpa es de diabólicos entes abastractos: la sociedad, el sistema, la economía. No obstante, hay una cosa en la que el nieto Cebolleta sí tiene razón. Que la culpa de esa crónica insatisfacción no es suya. O al menos no del todo. Nadie ha dicho que la vida sea fácil (¿quién dijo nunca que lo fuera?) ni que las condiciones económicas de hoy día sean maravillosas, pero sí es responsabilidad de los políticos haber alimentado un discurso-sonajero que hace del poder público nodriza de pechos inagotables y de los ciudadanos niños grandes que lloran constamente para seguir mamando de sus ubres. Se ha adoctrinado a las nuevas generaciones en la tramposa hipótesis de que su suerte en la vida no debe tener correspondencia con el esfuerzo que realicen o con las capacidades que desarrollen. ¿Cómo no exigir, entonces, que la vida les sea resuelta de inmediato?".

4 comentarios:

Thabitha dijo...

Hmm, tendré que hablar como nieta cebolleta que soy y por supuesto nada conforme con lo que se expone aquí. Y me referiré al caso de los pisos (por no extenderme demasiado).

Está claro que todas las generaciones lo han pasado mal con hipotecas. Pero actualmente, la desproporción del precio de los pisos con respecto a los salarios es 4 veces mayor a la de la década de los 80. Además, en aquella época las hipotecas eran a 10 años y ahora las tenemos ya hasta de 40 años. Y no hablo de un duplex, que yo ya me conformo con un piso de 40m2. Actualmente los jóvenes no se van de casa de sus padres hasta bien pasados los 30 unos cuantos, a los 30 la mayoría. Edad a la que, quizá con suerte, ya tengas un trabajo más o menos estable (y con esto me refiero a un contrato indefinido y un sueldo digno: mileurista). Y esto no es un discurso-sonajero que me haya enseñado ningún político. Esta es la realidad. De vez en cuando los jóvenes hasta pensamos por nosotros mismos.

Estoy harta de que se nos vea a como unos quejicas, aunque en parte tienen razón ya que nos quejamos mucho y no hacemos nada. Somos una generación alienada por un sistema capitalista (sí, soy otra de esas jóvenes que se queja del sistema, qué tópico eh?) en el que solo pensamos en ganar dinero para poder comprarnos nuestro coche, nuestra casa, nuestro ordenador... y mil necesidades más que nos hemos creado. Eso nos impide tener tiempo para culturizarnos, para pensar, para revelarnos, para hacer algo.

Parece que, como no hemos pasado por una guerra, ni hemos sentido el hambre en nuestro cuerpo (algunos), no tenemos derecho a quejarnos. Y como somos jóvenes, no sabemos lo que pensamos ni lo que decimos, no, todo es producto de lo que los políticos nos han enseñado, porque somos jóvenes y por lo tanto tontos (la verdad es que no me extraña que se piense eso). Si apartamos la vista de nuestros trabajos-estudios-etc, y vemos las injusticias que nos rodean, ya somos quejicas.

Entonces, según vosotros, ¿qué debemos hacer? ¿sentarnos de brazos cruzados dando gracias por la vida que llevamos? Pues lo siento mucho, pero si hiciésemos eso, esto se iría a la mierda. Las generaciones mayores se han cansado de luchar, y nosotros, como jóvenes, tenemos la obligación moral de continuar esa lucha. No por nosotros, sino por generaciones venideras. Porque nunca nos podemos quedar de brazos cruzados dejando a los políticos que hagan lo que les dé la gana. Siempre hay cosas que cambiar.

Yo no culpo a la sociedad. Yo culpo a una tradición política que se ha preocupado siempre de engordar a los ricos, a los empresarios; y que no ha puesto medidas para frenar las subidas astronómicas de los pisos por parte de promotoras (porque, oh, vivimos en un mercado libre). Pero también a una sociedad egoísta, que vota al que le dé prosperidad económica sin preocuparse de a quién tenga que pisar para ello.

Pero para la gente, seguiremos siendo jóvenes que nos quejamos de vicio, porque vivimos con unas facilidades que antes no tenían (también con dificultades que antes no se tenían).

No decimos que la nuestra sea una vida más dura. Pero nos defendemos e intentamos explicar ante aquellos (como el señor Pedro Ugarte) que nos dicen que no sabemos nada de la vida, que nos quejamos de vicio y que la suya SÍ que fue una época dura.

"La publicidad nos hace desear coches y ropas. Tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia. Desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual. Nuestra gran depresión es nuestra vida." (El club de la lucha).

Victor Iriarte dijo...

Thabita, que es una persona inteligente, dedica un extenso comentario a volcar su enfado ante la situación del mercado inmobiliario, pero precisamente porque es lista creo que sabe que no está contestando a lo que propone Pedro Ugarte y, de hecho, pone en su boca cosas que él no ha escrito (él no dice en absoluto que los jóvenes no sepan nada de la vida ni que no tengan derecho a opinar). Dice, y yo lo comparto, que existe una generación de jóvenes que no tiene una idea exacta de que las cosas exigen esfuerzo y sacrificio, y reclaman y exigen cosas que todos hemos conseguido con un esfuerzo que parecen dispuestos a hacer.
Lamento, Thabita, convertirme en abuelo Cebolleta, pero te voy a dar unos datos para la reflexión. Ojalá los podamos debatir aquí o ante un café.
Yo viví los primeros 23 años de mi vida en una casa de un barrio humilde. Para poder comprarla, mi padre tuvo que emigrar a Venezuela, porque con lo que ganaba trabajando en distintas ciudades era imposible. Ni más ni menos. Según he sabido después, debió ir y volver con el mismo traje, lo que da idea de a lo que fue y por qué volvió en cuanto pudo. Yo lo tuve mejor.
Yo, que soy una generación anterior a la tuya, comencé a trabajar a los 23 años cumplidos. Ya me hubiera gustado ser mileurista en 1988. También tuve que cambiar de ciudad. Gané 41.000 pesetas los tres primeros meses como becario y 85.000 pesetas durante año y medio más como redactor de primer año. Pero te contaré cómo estaba la economía entonces. El índice de paro era del 17% (hoy no llega al 5%, quiero decir que hoy el que quiere trabaja, mal pero trabaja; hace 20 años muchos que querían no podían trabajar. Yo sigo alucinado cuando paseo por Madrid y en todos los comercios de una calle piden gente para trabajar. Es un paisaje que jamás ví en mi juventud). El crédito bancario (hoy asusta subiendo hasta el 4,5% estaba en el 17% ese año y bajó al 7%, cuando me compré piso, hacia 1995). El empresario podía contratar durante 4 años, 4, que se dice pronto, antes de tomar la decisión de hacer o no fijo a un empleado. Y desde luego la desproporción de los pisos con los salarios no era de 4 a 1. Pienso que era mayor.
Dicho esto, para comprarse un piso los de mi generación tenían que ahorrar tres o cuatro años, abrirse una cuenta vivienda y seguir ahorrando cuatro años más y luego meterse en el piso. Unos amigos míos estuvieron dos años, dos, sin salir ni un solo fin de semana para poder pagar las cuotas extras del piso donde se metieron. Yo nunca tuve coche. Y viajaba uno de cada dos o tres veranos. Es que el piso era mi prioridad.
Estuve hace poco en Madrid con uno de los líderes del movimiento por una vivienda digna (novio de una amiga). Venía de una movida, estaba caliente y nos expuso sus razones, todas muy coherentes. También habló del coche que se acababa de comprar. Y de sus planes de vacaciones. Había estado en Holanda en Semana Santa y ahora en verano querían cruzar el charco.
Y también, claro, quería un piso. Pero es que todo no se puede tener y si eliges algo seguramente tienes que renunciar a algo. De eso habla Ugarte.
Y otro dato. Especular con el suelo y encarecer la vivienda lo hacen todos. No sólo los políticos, ni los "capitalistas", ni los "ricos". También los pobres. Por supuesto que los bancos. Y otro dato. Conocí tangencialmente un día a un paisano de la cuenca ya jubilado. Bien situado. Un hombre tranquilo y satisfecho. Toda la vida de agricultor. Tenía trigales en... Mendillorri. Se los expropiaron a precio de rústico. En aquel trigal hoy hay aproximadamente 1.500 viviendas. Muchas de VPO y de precio tasado. Se compraron a 7-9-11 millones hacia 1990. Sus propietarios, ninguno multimillonario, te lo aseguro, y conozco a bastantes, hoy viven relativamente bien. Piso pagado en Mendillorri. Segunda vivienda en el pueblo (o apartamento en Jaca, o apartamento en la playa). De aquí a siete años podrán vender sus casas en el mercado libre. Muchos lo harán. Otros lo han hecho ya (pagando una tasa para descalificarlo de unos 2 kilos) y se irán a un adosado, o a un ático con vistas. O a un piso de 100 metros. Lo que compraron por 7 millones lo venderán a 45 millones. ¿Crees que alguno le dará (devolverá) algo al paisano del trigal? ¿Que venderá a un precio razonable o justo o como quieras llamarlo, por ejemplo a 15 millones, lo que sabe que le pagarán 45-50?
El sistema corrupto beneficia a todos, ricos y pobres, y todos lo utilizan. A todos les gusta.
Nunca he entendido que se "sorteen" las VPO: si el 50% del valor del piso es el suelo hoy día, y construir un piso vale sólo 20 millones, ¿por qué no venderles las VPO, es decir, sobre suelo público, de todos, pero sólo el 50% del piso? y si de aquí a 20 años lo venden a 100 millones de pesetas, que reingresen a lo público, o sea, a todos, 50 millones de pesetas de ese piso. Para beneficiar a otros. ¿Lo quiere alguien? Te aseguro que no.
Pues eso. Y te lo dice uno que nunca ha podido beneficiarse de ninguna subvención, ni entraba en ningún baremo, y tuvo que recurrir al mercado libre.
En fin. Vaya chapa. Disculpa. Seguiremos discutiendo.

Thabitha dijo...

En fin, efectivamente esta conversación se puede prolongar indefinidamente y por ello creo que será mejor continuarla cara a cara.
Aquí solo diré dos cosas. Estoy de acuerdo con algunas de las cosas que dices; y perdón si he puesto en lápiz de Pedro Ugarte cosas que no ha escrito. Al no leer el artículo completo he debido malinterpretar algunas de sus expresiones, así como el mensaje global que quería dar.
Sin embargo, con otras de las cosas que comentas no estoy conforme. Pero, como he dicho, será mejor hablarlo en otro momento y en otro lugar para no aburrir a tus lectores.
Y una última aclaración: no he dicho que las generaciones pasadas no lo hayan pasado mal. Afortunadamente yo no lo pasaré tan mal como lo hicieron mis padres o los tuyos. Pero eso no quiere decir que ahora las cosas no estén mal y que no haya que hacer nada para cambiarlas. Si nos callásemos porque antes las cosas estaban peor que ahora, ahora no estaríamos donde estamos ¿no crees?
Un saludo y gracias por tu respuesta.

Victor Iriarte dijo...

Y otra aclaración. Tampoco yo he dicho que tu hayas negado que las generaciones anteriores no lo hayan pasado mal.
Menudo trabalenguas. Así no vamos a ningún lado.
Decidido. Pago yo el café para poder seguir la diatriba y ¡qué demonios!, con bollo incluido. Estoy que lo tiro todo.
Postdata: ya me gustaría aburrir a mis lectores, sobre todo tenerlos.