viernes, 11 de julio de 2008
Carol Linuesa, Cristina Núñez, Isaac Pérez, David Climent y Celso Jiménez, cinco valencianos en Magalia
Carol Linuesa, Cristina Núñez, Isaac Pérez, David Climent y Celso Jiménez son los cuatro actores valencianos que participan este año en los Encuentros de Creación Contemporánea en Magalia, el único festival de teatro y danza del verano español en el que no se programan obras terminadas, sino procesos creativos cuyo montaje final sólo se conocerá el día de la exhibición. Esta muestra, organizada por la Red de Teatros Alternativos, comenzó el 3 de julio con el encierro de 42 creadores e intérpretes españoles en el castillo ubicado en Las Navas del Marqués (Ávila) y ofrecerá al público del miércoles 9 al sábado 12 de julio doce propuestas de teatro, danza y performance cuyo resultado ahora mismo es una incógnita.
El INAEM y la Dirección General de Política e Industrias Culturales, ambos dependientes del Ministerio de Cultura del Gobierno de España y las comunidades autónomas de Cataluña, Castilla y León, Navarra, País Vasco, Andalucía, Aragón, Madrid, Canarias y Baleares patrocinan este evento, cuyo presupuesto total asciende a 155.000 euros.
La peculiar idiosincrasia de los Encuentros en Magalia los convierten en la auténtica “alternativa” a la rica oferta teatral cerrada que se exhibe en distintos festivales españoles durante el verano. La Red selecciona y reúne a 42 creadores, entre autores, intérpretes y directores, que no se conocían ni habían trabajado antes juntos. El reto es apasionante: tienen apenas siete días para ensayar 12 propuestas escénicas, que con su exhibición permitirán conocer el sobresaliente momento creativo que viven las nuevas tendencias y el teatro-danza no convencional en España.
Celso Giménez (Valencia, 1983) estudió interpretación durante tres años en la Escuela Off, con Rafa Cruz, de la Fundación Shakespeare, en Valencia y posteriormente se especializó en Dramaturgia en la RESAD de Madrid. En la capital de España forma el grupo La Tristura y estrena La velocidad del padre, la velocidad de la madre y, más recientemente, Años 90. Nacimos para ser estrellas, dos espectáculos de teatro de texto escritos por Pablo Fidalgo y él, estrenados en El Canto de la Cabra. Se vieron en Valencia en el Teatro de los Manantiales y El corral de la Olivera.
En Las Navas del Marqués interviene en dos lecturas dramatizadas, Plastelina, de Marta Buchaca, que aborda la violencia gratuita de aquellos jóvenes que quemaron a una mendiga en un cajero automático, y Fuso Negro, de Eva Hibernia. “En la primera interpreto a uno de los adolescentes asesinos y en la segunda hago un pequeño papel pero seré una especie de maestro de ceremonias, leyendo las acotaciones”, explica. La primera obra se hará en el claustro del castillo, mientras que la segunda se hará en la biblioteca, “un sitio sin luz natural que tiene una atmósfera especial”, indica. Lo mejor de la experiencia magaliana es que no hay un teatro propiamente dicho, “pero estamos construyendo muchos en los espacios que nos ofrece el castillo”, dice. Celso Giménez quiere orientar su trabajo en la escritura teatral y no a la interpretación. “Me interesa hacer teatro y dominar el mayor número posible de disciplinas, de ahí que me venga muy bien haber actuado para conocer la cadencia de un texto, su ritmo, poesía, la verbalidad de las palabras”, apunta.
David Climent (Villarreal, 1977) estudió en el Aula de Teatro de la Universidad de Castellón y allí conoció a Pablo Molinero, con quien formó en Barcelona el mediático grupo Los corderos, que alcanzó notoriedad mediática en su primer montaje, con un elevado componente de agresividad: Crónica de José Agarrotado (menudo hijo de puta), a los que han seguido el monólogo El hombre visible y Tocamos a dos balas por cabeza. “Para nosotros, lo que hacemos es teatro, aunque nos programen en festivales de danza. Siempre hay texto, movimiento, música del ruidista Pablo Rega, algo de performance”, explica. “En cualquier caso, lo que nos define es el interés por la ficción y la convención teatral, huimos de lo naturalista y realista”, asegura.
Climent trabaja en la perfomance de Alex Serrano Contra.natura, “un trabajo muy alejado de lo que hacemos habitualmente, porque nosotros no solemos integrar al público en nuestros montajes; él nos pide más de nosotros mismos y menos que seamos un personaje. Yo no suelo hacer eso porque yo como persona no intereso en absoluto, pero formar parte del mundo de un creador siempre es fascinante”, indica. Lo que más le gusta de Magalia es poder ver procesos, “porque como espectador sólo recibes el resultado y muchas veces no sabes por qué se hacen las cosas de una manera y te quedas con las ganas de averiguarlo”. En su opinión, la propuesta de la Red de Teatros Alternativos es un magnífico escenario “para probar, perdernos, discutir y lo mejor, encontrarte con alguien de otro punto de España al que no conocías y con el que conectas”, dice.
Isaac Torres (Yecla, Murcia, 1983) dejó su ciudad natal a los 18 años para estudiar arte dramático en Valencia, pero sólo duró un año. En Alicante estudió Educación Física y formó Silencio Teatro, grupo con el que estrenó In_fausto: relato de una familia feliz, e Hilos, escrita por él. Con el grupo Locos por el teatro, “una ONG en la que la mitad de los intérpretes tenían una enfermedad mental y la otra mitad también, pero no estábamos diagnosticados”, señala con sorna, estrenó Locura compartida y Cargados de tiempo. Y con Fanfarlo, el espectáculo Vértigo de teatro de calle. Regresó a Valencia tres años después y trabajó en teatro clásico para Arden Producciones, Teatres de la Generalitat y Teatro de los Manantiales, sala alternativa que le ha propuesto como intérprete para Magalia. Con ellos ha participado en Ciudadano Sade y pronto estrenará Ground Zero, ambas de Chimo Flores.
En el castillo de Las Navas del Marqués trabaja en la propuesta de la madrileña María Burgos El tiempo de la sed junto a tres bailarinas. Una obra que habla de la violencia en África, las matanzas de Ruanda y Sierra Leona y los niños soldados. “Es un teatro muy corporal, casi danza contemporánea; el proceso está siendo maravilloso porque ella tiene ideas bastante claras pero no cerradas y nos hemos entendido desde el principio. Nos proponía un tema: la muerte, la guerra, África y similares y nosotros se lo exponíamos a nivel corporal”, relata. “Además, me interesa todo tipo de teatro, el gesto y lo físico pero también el texto, porque la fuerza de la palabra es espeluznante”, recalca. Isaac Torres considera los Encuentros en Magalia una iniciativa “muy arriesgada y potente. No lo conocía pero una vez dentro es tan espectacular que hasta me resultaba raro que pudiera existir algo tan positivo.”
Cristina Núñez (Valdepeñas, 1981) vive desde niña en Valencia capital. Allí estudió teatro textual en la ESAD pero enseguida reorientó su mirada hacia “lo corporal, lo físico, el movimiento”, así que estudió danza clásica y contemporánea en distintos cursos, que luego amplió en Barcelona, Londres y Oporto. Con una compañera creó su primera compañía, La Imposible, y sus primeras coreografías, Una entrevista con mucho cuento y Nuestros deseos. En el escenario del Teatro de los Manantiales ha trabajado en Especulaciones, Makbet y Ciudadano Sade y en sus instalaciones ha impartido talleres. “Sentía la necesidad de un cambio y desde enero estoy en Barcelona, porque quiero estudiar dramaturgia. Siempre he tenido la necesidad de investigar y construir y necesito herramientas”, señala.
Coincidió con Isaac Torres en Valencia en Ciudadano Sade y ahora en el encierro abulense en El tiempo de la sed. “La propuesta es una vorágine salpicada de información: el punto de partida te lleva la batalla a escena y transformar los conflictos en lenguaje del cuerpo”. Según indica, está muy implicada. “Me interesa muchísimo el discurso que propone María Burgos y la manera de abordar el trabajo, por la mezcla de lenguajes y porque me parece bonito hablar del dolor”, dice Cristina Núñez, quien disfruta en Magalia con la idea de “intercambio, el trabajo express y la burbuja de piedra” que le rodea para crear.
Carol Linuesa (Palma de Mallorca, 1974), que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en Valencia, se confiesa “encantada” de participar en un proyecto “en el que puedes conocer gente no sólo a nivel personal sino trabajando, porque compruebas maneras muy diferentes de ver y entender las cosas, de interpretar y dirigir y todos los intercambios en arte son buenos”. Linuesa trabajó en Espai Obert de Palma de Mallorca a los 18 años y tres años después se trasladó a la ESAD de Valencia para estudiar arte dramático, en la modalidad de textual. Allí no ha parado de trabajar: lo ha hecho con Carme Teatre, con Bramant Teatre (en la espléndida Construyendo a Verónica dirigida por Jerónimo Cornuelles y ahora en Reencuentros), con Arden (en R-III, sobre el Ricardo III de Shakespeare, y en Contratemps) y con el grupo de Castellón Veu adiós (en Convocatoria de casting). “En alguna ocasión también he subido a los escenarios de Baleares, con el grupo L’Ombra del cranc (La sombra del cangrejo) en Desde l’obscur, con Pere Fullana, un trabajo de investigación sobre cómo meter miedo al público”, explica.
En Magalia, Linuesa está en el elenco de tres lecturas dramatizadas, “y en lo que caiga, porque me encanta la facilidad con la que se puede participar en otros proyectos aquí encerrados en el castillo”. En su caso, sí tenía experiencia de trabajar a presión, con pocos días para montar una obra. “Con el Teatre del mar de Palma y Tornaveu de Valencia he participado en una coproducción que adapta Tirant lo blanc para estudiantes de secundaria, dirigida por Txell Roda, que ha girado por las islas este curso. Por eso no me daba mucho miedo venir”, declara.
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