Autores: Mariano Velasco y Miguel Munárriz. Director: Miguel Munárriz. Intérpretes: Ángel García, Juan Sansegundo, Miguel Munárriz, Marta Juániz, Ana Maestrojuán. Lugar y fecha: Teatro Gayarre, 30/06/11. Público: rozando el lleno.
Predicación y bautismo
Última entrega del ciclo San Fermín, a escena: llega el momento de la verdad, de la realidad, y termina el de su representación. Las dos últimas piezas vienen firmadas por Mariano Velasco y por Miguel Munárriz, y, aunque muy distintas entre sí (ha habido mucha variedad a lo largo del programa, siempre dentro del terreno de la comedia), comparten en cierta manera una idea: la de la conversión del infiel. ¿Del infiel a qué? Pues a la verdadera fe del casta pamplonés: el sanferminismo.
Sanferminismo es precisamente el título de la obra de Mariano Velasco. Su protagonista viene a ser un apóstol, un misionero de los Sanfermines. No predica en el desierto, pero casi: Dani trabaja en Teherán y comparte piso con Hossein, un iraní al que todo eso del encierro, los toros, la procesión y demás le suena a chino. No es de extrañar que no obtenga muchos resultados. Además de que el mismo Dani sufre alguna que otra crisis de fe.
Velasco consigue con este argumento una de las mejores obras del ciclo. Parte de una idea original y brillante, con numerosas posibilidades, y la desarrolla bien, con una idea clara de hacia dónde quiere ir y adónde quiere llegar. Con la salvedad tal vez de que a veces la acción no avanza demasiado, o esa sensación me da; tal vez porque el conflicto que tiene el protagonista consigo mismo va por otro camino distinto al de su exposición de la religión sanferminera. Con todo, Sanferminismo es una obra notable, con un buen diseño de los personajes, diálogos naturales, y toques de humor que brotan de un dibujo de las situaciones natural y bien planteado. Redondea el empeño la interpretación de los dos actores. Ángel García está bien, muy divertido haciendo un Hossein de acento algo estereotipado, pero que nos creemos como personaje. Y Juan Sansegundo también presenta de manera adecuada la dualidad de carácter del protagonista.
Sansegundo repite en la otra obra, ¡Qué pelma de tío!, escrita y dirigida por Miguel Munárriz. Ya comentábamos antes que no podíamos quejarnos de variedad en las propuestas. Lo que nos propone Munárriz constituye una novedad con respecto a las demás piezas del ciclo: una comedia sin palabras. Aquí también hay un elemento ajeno a la fiesta: un visitante poco avisado que se planta en el tendido de sol un día 14 ¡con intención de ver la faena! No hay tiempo para una conversión razonada. Y puesto que tampoco hay palabras, lo mejor es pasar a la acción: bautizar directamente al infiel. Líquido no va a faltar, aunque no esté bendecido ni sea agua.
No es difícil prever cuál va ser el destino del incauto. Tampoco parece que sea una preocupación hacer que la acción no sea previsible. Podríamos decir que se trata de una suerte de slapstick local, si no fuera porque lo que se muestra es tan real que podría pasar casi por teatro documental. No es que peque precisamente de complejidad, pero es un tipo de humor efectivo, aunque dramáticamente su principal valor resida en la labor de unos intérpretes de una valía sobradamente reconocida.
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