domingo, 13 de noviembre de 2011

Crítica de "Al final del arcoiris", interpretada por Natalia Dicenta, en el Teatro Gayarre de Pamplona

Al final del arcoiris. POR PEDRO ZABALZA. Autor: Peter Quilter. Dirección: Eduardo Bazo y Jorge de Juan. Intérpretes: Natalia Dicente, Miguel Rellán y Nacho López. Lugar y fecha: Teatro Gayarre. 4/11/11. Público: Lleno.

Arcoiris en monocromo

AL final del arcoiris, de Peter Quilter, relata los últimos meses de una Judy Garland consumida, por un lado, por una adicción al alcohol y a las pastillas, y, por otro, por las deudas y los agotadores compromisos profesionales. Un mar tempestuoso donde emergen como dos boyas los otros dos personajes de la función: Mickey Deans, el quinto marido de la cantante, un tipo que pretende rescatarla de un naufragio inminente si persiste en sus perjudiciales hábitos; y Anthony, un pianista homosexual que encarna el amor puro del admirador incondicional, y que también quiere salvar a Garland de sí misma. De sí misma y de Deans, quien, como se verá, en realidad se aferra a la artista para mantenerse a flote él mismo: es su fuente de ingresos.

Se me ocurre que, visto así, Al final del arcoiris queda como una especie de El mago de Oz para adultos, en el que Mickey Deans sería el Hombre de Hojalata, duro y sin corazón. Corazón que le sobra a Anthony, quien encarnaría al amoroso pero ingenuo Espantapájaros, mientras que la propia Garland tendría el carácter del León, eclipsado por su cobardía para hacer frente a sus problemas. Y por ahí irían los tres, por el camino de pastillas amarillas buscando al mago que les dé lo que necesitan.

Sobre el papel hay material más que de sobra para hacer una buena historia. Y después del éxito alcanzado por Al final del arcoiris, uno pensaría que la iba a encontrar. Reconozco sentirme decepcionado. En primer lugar, por un texto que me parece que no saca partido de su materia prima. Me parece, en primer lugar, bastante previsible. Y no en su final, ya sabemos que Garland se va a morir de una sobredosis; previsible en su desarrollo, con Mickey Deans y Anthony actuando según las normas más elementales del cliché, sin que se desarrolle entre ellos ni una entente de cooperación en pos de un objetivo común (el bien de la Garland, que redundaría en el suyo propio), ni tampoco un verdadero enfrentamiento más allá de que uno demuestre un par de veces una homofobia bastante ramplona, o que el otro le grite que no es lo que Judy necesita.

Con los dos personajes auxiliares desdibujados, al de la protagonista no le queda sino ir a piñón, en una vorágine autodestructiva bastante redundante. Al menos para dos horas y media de función, una duración exagerada, incluso con el contenido musical. Admito que Quilter mete de vez en cuando algunas réplicas ingeniosas en los diálogos. Pero el final, en el que Anthony narra la muerte de Judy Garland suspendiendo la acción, resulta sorprendentemente torpe y anticlimático. Tanto que hay que resucitar a la artista para que cante a continuación Somewhere over the rainbow y que el público no salga rascándose la cabeza.

La música, por el contrario, está entre lo mejor de Al final del arcoiris, con esa selección de canciones de la Garland bien interpretadas por Natalia Dicenta. Por sus condiciones para cantar y por su personalidad, la actriz me parece la elección adecuada para dar vida a Judy. Debería controlar un poco su frenesí y preocuparse a veces por vocalizar un poco más, no obstante. A su lado, Nacho López (Mickey Deans) hace de convidado de piedra, con una interpretación bastante inexpresiva. Miguel Rellán, por su parte, revalida su condición de actor veterano y firma una interpretación sin alharacas, pero más que convincente.

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