domingo, 6 de noviembre de 2011

Crítica de "Chef", dirigida por Jaime Lorca, de la compañía El viaje inmóvil, de Chile, en la ENT

Chef. Compañía: El Viaje Inmóvil. Dirección: Jaime Lorca. Intérpretes: Jaime Lorca y Daniela Montt. Lugar y fecha: ENT, 1/11/11. Público: algo más de media sala.

Alta cocina

LA cocina como metáfora de la vida: unos pocos tienen la sartén por el mango, mientras los demás nos freímos a fuego lento. Más o menos, en ese marco temático se mueve la trama de Chef, la producción de la compañía chilena El Viaje Inmóvil.

La obra reproduce el encuentro entre un cocinero y una operadora de televisión en el marco de una ciudad cuyas calles están colapsadas por los disturbios. No se especifica el motivo de las algaradas, pero tenemos su reflejo en la situación de los dos protagonistas, uno al frente de un restaurante arruinado, del que los clientes han huido y que se encuentra prácticamente sin existencias; la otra, con el agua al cuello para poder pagar los estudios de su hija y con todo el material de trabajo prestado, a excepción de su camioneta. Ambos se han reunido para la emisión de un programa, una especie de concurso para cocineros de cuya mecánica no se nos cuenta mucho, aunque lo suficiente como para que nos quede claro que supone la última oportunidad de supervivencia para él; y para ella, un dinero por un trabajo que le hace falta como el comer.

La obra se anuncia como basada en el ensayo de Jonathan Swift Una modesta proposición. Lo cierto es que la influencia del escrito de Swift (que recomiendo no leer si se tiene oportunidad e intención de ver la obra de El Viaje Inmóvil, por no chafar parte de la sorpresa) es más ideológica que otra cosa en un texto cuyo punto de partida narrativo no tiene nada que ver con lo expuesto por el autor irlandés, cuyo rastro solo aparece en la parte final. Y ya que hablo de la resolución, adelanto que es la única parte de la obra sobre la que tengo alguna objeción: reconozco su densidad dramática, y asumo encantado que el protagonista, Jaime Lorca, lo ejecuta con una sinceridad de esas que ponen los pelos como escarpias. Pero me pasa que no me termina de encajar. No quiero desvelar gran cosa, pero después de una acción que ha ido en un crescendo de emoción bien conseguido; con un relato de los hechos bien construido, en el que se ha metido casi como quien no quiere la cosa esa amenaza externa que se sitúa fuera del restaurante, y que nos olemos que en algún momento tiene que aflorar; cuando la acción ha dado uno de esos giros que hacen que los personajes, que ya veían sus problemas resueltos, se enfrenten a una dificultad todavía mayor; uno de esos giros maestros, que suspenden nuestra atención del hilo del relato; bueno, pues entonces el protagonista actúa de un modo que a mí me resulta difícil de creer. Queda muy bien, puede tener su sentido en un benévolo análisis racional, pero algo me impide aceptarlo. Ese tipo puede estar desesperado, pero no me lo han presentado tan desalmado.

En cualquier caso, no quiero ponerme quisquilloso con esto porque, además de ser una impresión personalísima, podría eclipsar los muchísimos méritos que tiene la representación. Algunos de ellos están ya apuntados, como la buena construcción del relato, con un uso inteligente de las elipsis temporales y de la dosificación de la información. Todo bien medido sobre el papel y no menos en su puesta en escena para conseguir atrapar nuestra atención. También he hablado del buen trabajo de Jaime Lorca, cuya interpretación alcanza momentos de gran intensidad sin perder en naturalidad. El de su compañera de reparto Daniela Montt es tal vez de menos relumbrón, pero está también ejecutado con maestría. Y el uso de la imagen en directo aporta a la función un plus de interés, además de ofrecer momentos visualmente muy imaginativos y divertidos.

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